"...no nos va a doblar la mano una manga de inútiles subversivos"
Carlos Larraín, .presidente de Renovación Nacional
“...Todo tiene su límite”
Sebastián Piñera, Presidente de Chile
“Las utopías, cuando no tienen fundamento racional, son solamente utopías”
Ricardo Ezzati, Arzobispo de Santiago
“Como las flores vuelve su corola hacia
el sol, así también todo lo que ha sido, en virtud de
un heliotropismo de estirpe secreta, tiende a dirigirse
hacia ese sol que está por salir en el cielo de la
historia.”
W. Benjamin
Carlos Larraín, .presidente de Renovación Nacional
“...Todo tiene su límite”
Sebastián Piñera, Presidente de Chile
“Las utopías, cuando no tienen fundamento racional, son solamente utopías”
Ricardo Ezzati, Arzobispo de Santiago
“Como las flores vuelve su corola hacia
el sol, así también todo lo que ha sido, en virtud de
un heliotropismo de estirpe secreta, tiende a dirigirse
hacia ese sol que está por salir en el cielo de la
historia.”
W. Benjamin
Al parecer las comparaciones hechas por el New York Times (1), que homologan al movimiento estudiantil chileno con la primavera árabe, no es algo tan descabellado. Las repercusiones y el significado histórico que está teniendo este movimiento, no sólo a nivel nacional, sino que también a nivel internacional, dan prueba de aquello. Es más, si le echamos una mirada rápida a lo que sucede en otras partes del mundo, es fácil notar un profundo malestar generalizado, ya sea en Europa, el norte de África, Inglaterra, Grecia, España, o el cono sur y los mismos EEUU y que tiene como protagonistas a amplias masas descontentas con los resultados de décadas de neoliberalismo, el cual conlleva el despotismo político, la miseria económica y la exclusión social de las grandes mayorías. Desde la gran ofensiva burguesa de los 70s y 80s, la clase capitalista no había visto tanta resistencia, y Chile no se está quedando atrás.
Pero esta primavera no empezó sólo en junio, sino que ya la detectábamos en diciembre del 2010, con las movilizaciones en Magallanes, las que nos alegraron con una paralización regional total. Luego tuvimos las movilizaciones contra Hidroaysén, con aglomeraciones insólitas para la fecha, pero que fueron rápidamente superadas por la movilización estudiantil y que ahora son la expresión más avanzada del movimiento popular que ya se levantó y no pretende volver a flectar sus rodillas. Claramente en Chile se ha abierto un nuevo ciclo de lucha de clases.
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Empezando por donde lo habíamos dejado
El pasado 4 de Agosto, a las 21:00, los estudiantes convocaron a un cacerolazo en repudio a la represión de la cual habían sido objeto. El gobierno, haciendo gala de la real dimensión de la dictadura burguesa, suspendió, sin decretos o demás formalidades, las libertades públicas e imposibilitó toda reunión de los estudiantes, impidiendo que se realizaran las dos marchas convocadas durante el día. Cumplido el plazo que daría paso a las cacerolas -ese claro gesto helitrópico que uniría a dos generaciones que nada ni nadie podía juntar-, aún continuaban los combates en diversas partes de la ciudad. Como ya quedó claro a través de la prensa, la respuesta fue masiva y contundente. Las bocinas, las cacerolas (reales o virtuales), las barricadas y la lucha callejera, le dieron una clara base empírica a los datos levantados de la última encuesta hecha por el Centro de Estudios Públicos (CEP) donde el 80% de los encuestados desaprobaba el lucro en la educación, al mismo tiempo que Sebastián Piñera sólo recibía un 26% de aprobación, porcentaje histórico, jamás alcanzado por otro presidente, desde los 90’s (específicamente por Eduardo Frei, en 1999, en el contexto de la llamada “crisis asiática”). Ese 4 de agosto algo se había roto, o recompuesto.
El movimiento de masas parece retomar sus perspectivas de lucha donde las dejó por última vez: en los 80’s, cuando la movilización no era solamente la expresión de la lucha política contra la Dictadura, sino por las consecuencias sociales de las profundas transformaciones económicas y sociales lideradas por ella y que desencadenaron la crisis de 1982-83, la que sirvió como catalizador de la fuerza popular, traicionada, finalmente, en el marco de la transición pactada. Fue esta última la que obligo al topo a volver a su trabajo silencioso, subterráneo, en momentos cuando, como dijo el viejo Bakunin, “la revolución se ha vuelto a meter en cama”, dando paso a “las revoluciones subterráneas, invisibles e incluso a menudo insensibles”. Es así, que el capitalismo chileno tuvo 20 años de desarrollo impasible, marcado por aisladas tensiones, rápidamente opacadas por el aumento del consumo y del endeudamiento del chileno promedio, la disciplina y perfecto lineamiento entre el gobierno y la clase dominante, la dura ofensiva contra el trabajo (ya sea mediante la flexibilización laboral y el férreo ataque a los salarios) un enorme gasto fiscal en políticas focalizadas destinadas a la descompresión social, etc. Paradójicamente, han sido estos mismos motivos los que han impulsado y desatado con tanta fuerza las actuales movilizaciones sociales.
Sin embargo, este proceso de movilización no es casual, sea considerando el marco socio-político que le da sentido o bien el “actor social” que hoy encabeza la movilización. Si hacemos un poco de memoria, a contar del 2001 el movimiento que hoy lidera la re-activación del movimiento de masas comenzó un proceso importante de re-articulación y rearme, a niveles orgánicos y político-ideológicos, pasando de demandas reivindicativas a consignas más profundas como la crítica al concepto mercantil de educación y que decanta en la enorme movilización estudiantil del 2006 y que apuntaba directamente a la vieja LOCE, expresión del modelo educativo legado por la Dictadura, responsable directo, junto a la Constitución, de colocar por delante los intereses privados, antes que el derecho social a la educación, concepto que todos los sectores movilizados comparten. Otro elemento a considerar es el importante recambio generacional que representa el estudiantado, lo que le ha permitido ser más crítico y realista en torno a una serie de temas y ser mucho más temerario. Es este desarrollo y acumulación de experiencias de lucha lo que ha hecho del movimiento estudiantil el mayor y mejor crítico del modelo neoliberal.
En lo inmediato, las importantes movilizaciones del 4 de Agosto significaron un influjo de fuerzas a la lucha y la reafirmación del apoyo mayoritario a las demandas estudiantiles, expresado en la serie de cacerolazos realizados después del 4 y en la multitudinaria marcha del 9 de agosto, pero, más importante aún, significa el inicio de la lucha política de masas en Chile, el reencuentro del movimiento popular con sus propios intereses. Una política nueva que se empieza a hacer lugar a fuerza de movilización y ante la cual el modelo neoliberal no tiene respuestas concretas, a no ser que modifique importantes patrones que, hasta ahora, le han propinado “gobernabilidad” al país y ha sido la base de la tranquilidad de la clase dominante. Es así, que actualmente la burguesía se enfrenta a una paradoja: o le da mayor lugar a las masas por medio de la institucionalidad burguesa, procurando domesticar lo más posible sus intereses y ralentizado su proceso de ruptura revolucionaria, o deja que esto se desarrolle de cara al Estado, propiciando un proceso de desarrollo autónomo mucho más peligroso para la continuidad del modelo, lo que puede tener consecuencias nefastas para sus intereses de clase. En cualquiera de los dos casos, asistimos al hecho consumado de un avance cualitativo en el ejercicio de la fuerza de la clase oprimida, a un punto nuevo, un cambio cualitativo en ese ascenso progresivo que se venía viviendo desde la década pasada y que hoy modifica, sustancialmente, el escenario de la lucha de clases en Chile.
“Ahora somos todos demócratas y anti-neoliberales”
Más allá de los comentarios rancios y fascistoides de algunos personajes(2), ciertas demostraciones de grupos retrógrados pro-familia(3) e irrisorias demostraciones públicas contra la movilización estudiantil(4), es posible notar un contundente viraje de 180 grados en varios sectores políticos dominantes que logran darse cuenta de lo inviable de la situación y la necesidad de cierto recambio estructural. Quizás el sector más rápidamente actuó al respecto es la Democracia Cristiana, la cual, en palabras del ex-presidente Eduardo Frei, daba cuenta del posible escenario de ingobernabilidad(5) y se adelantó al resto del conglomerado concertacionista entregándole al gobierno una propuesta de nueve puntos, dirigidas, fundamentalmente a ampliar el sistema binominal, cambiándolo por uno proporcional(6), incluyendo ciertas iniciativas sociales como son ampliación de derechos sociales y “mejoras” en los procesos de sindicalización y negociación colectiva, etc. Todo en vista de la coaptación. Así, también una serie de personajes, desde el también ex presidente Ricardo Lagos(7) o el ex ministro del interior Edmundo Pérez Yoma(8) se hacen partidario de ampliar la democracia y acusan al sistema binominal de ser estrecho e inadecuado para los tiempos que corren. Si bien todos estos virajes carecen de legitimidad a los ojos de los que los vimos gobernar durante 20 años, nos dan una señal clara de por donde vendrán las modificaciones de fondo y como se dibuja el escenario de las fuerzas hacia el futuro. Escenario el cual ya debe estar saboreando el reformismo, que ya saca cuentas sobre el como capitalizar y darle uso a la enorme fuerza social acumulada para abrir las puertas del parlamento, antes que multiplicarlas en el desarrollo de organizaciones de clase autónomas, unas que puedan golpear fuerte y quitarle espacios de poder al Estado y a la clase dominante.
Sin embargo, es importante señalar que la relación entre las organizaciones de clase de la burguesía (CPC, SOFOFA y otras), la actual situación del país y las estructuras de gobierno no coinciden mecánicamente, sino que se vinculan de forma dialéctica, por lo cual no extraña que las primeras den cero señal de estar al tanto del momento histórico. Demostración de aquello fue la reacción que tuvo la CPC ante una posible reforma tributaria, colocando rápidamente el grito en el cielo, repitiendo el mismo discurso que ha mostrado sólo su fracaso en estas tres décadas: “inversión y consumo”(9). Así también Hacienda, con Felipe Larraín a la cabeza, sigue en la más absoluta intransigencia, repitiendo el mismo discurso tecnócrata. En una entrevista dada a La Tercera, Larraín insiste en ver el problema del financiamiento como uno “puramente técnico”, sin comprender el debate político de clase que hay detrás y haciendo hincapié en que “este gobierno mantendrá la responsabilidad fiscal y rechazará el populismo”(10). Estas consignas, que denotan la intransigencia burguesa, nos hacen pensar en las enormes dificultadas que se le imponene al movimiento popular para encontrar una salida al conflicto, en cómo esta enorme tensión social se irá traduciendo en rápidos aprendizajes de masas que, parafraseando al viejo Marx, “vale más que una decena de programas”. Ante ese escenario, suponemos que la clase trabajadora chilena se irá poniendo rápidamente al día. Al verse traducida por sus propios hijos no deberá perder tiempo en entrar a la lucha con órganos propios, en coordinación y unidad directa con el movimiento estudiantil. De ahí que sea necesario ampliar las coordinaciones, fortalecer los lazos, construir sobre los puntos en común y ampliar la base social del movimiento, intentando no dejarse seducir por los cantos de sirena de la democracia burguesa, a la cual se le debe anteponer la única democracia real: la proletaria, encarnada en órganos independientes de los trabajadores y demás sector del pueblo, en consonante unidad, de cara al Estado y desafiantes al poder burgués.
¿Plebiscito? No, gracias... tenemos poder popular.
¡Pobre humanidad! Es evidente que no podrá salir de esta cloaca sin una inmensa revolución social”
Bakunin.
Es así, que de a poco se reabren los espacios para dar pie a un debate clave: el poder de la clase trabajadora y sus formas concretas. Para los amplios sectores reformistas (PC y variantes) la salida parece ser la llamada a un plebiscito y la masificación del ejercicio ciudadano, antes que el de clase en consonancia directa con otros sectores como la DC el PS y otros partidos concertacionistas, y que ya han generado respuestas como las del ya citado Carlos Larraín, quien declaraba al diario La Tercera que "Yo le tengo terror a un plebiscito, no sólo miedo", agregó, junto con sostener que ese mecanismo "en el actual ambiente es peligrosísimo, una cosa disolvente, claramente subversiva"(11). Más allá de las exageraciones propias de una derecha fascistoide, el cuerdo general entre el reformismo y los partidos concertacionistas es que el plebiscito es “lo mejor” que le podría pasar a la democracia y a la estabilidad nacional. Por un lado, la reforma constitucional que necesita puede ser una muestra de “concesiones” por parte de la mal llamada clase política al pueblo, mientras que deja fuera de la posible participación a un sector importante del movimiento estudiantil: los secundarios, los que no tiene edad de votar o de inscribirse en los registros electorales y en su mayoría comprenden que una salida por arriba no es una salida. Por otro lado, los que estarían obligados a liderarlo serían los mismos que han gobernado durante más de 20 años, en claro continuismo con el modelo socio-económico y que hoy, por obra y gracias de la movilización de masas, se han dado cuenta de los estrechos márgenes de la democracia burguesa neoliberal chilena. Es así que arrojarle la responsabilidad de tomar la decisión a una estructura completamente podrida es hipotecar toda la fuerza acumulada del movimiento popular en general, no sólo estudiantil. Implica desmovilizarnos y darle un espaldarazo a aquellos que nunca han movido un dedo por los que ahora copamos las calles. Lo que nos hace preguntarnos: ¿Es ingenuidad, mala intención o mero oportunismo político? Nos quieren quitar toda la fuerza sacándonos de las calles, siendo que estas han sido nuestra tribuna histórica para juzgar y condenar a aquellos que nos oprimen y sojuzgan, nuestro medio de fuerza y existencia por excelencia, nuestra fuente de aprendizaje, de maduración y, cuando nos sentimos preparados, nuestro punto de partía en el asedio a la sociedad de clases.
Es en momentos como estos cuando los sectores de izquierda revolucionaria deben ser claros y firmes en sus propuestas, no podemos dudar, ni mostrarnos vacilantes, ya sea ante el posible desgaste (que después del 4 de agosto se alejó por mucho tiempo más) o ante las dificultades de pensar como revolucionarios en tiempos complejos, donde las salidas fáciles pueden tentar a cualquier espíritu que confunda realismo con oportunismo. Por lo tanto, nos parece fundamental y realista mantener la movilización, sin ceder un ápice en las propuestas, al mismo tiempo en que se convoca a los demás actores sociales a profundizar y a informar en torno al necesario cambio que debemos llevar a adelante, todos juntos, como clase. Es por eso que se torna fundamental que los colegios tomados, la universidades paradas o tomadas y demás lugares de conflicto se vuelvan espacios comunitarios, que agrupen al resto de la población aledaña, que convoque a padres y apoderados, profesores y demás trabajadores de la educación, para procurar así ampliar la base social de apoyo, darle mayor consistencia al movimiento y acelerar el aprendizaje de los demás sectores que constituyen al proletariado chileno. Mientras, al corto plazo, las protestas del 24 y 25 deberán ser de mayor envergadura que lo visto hasta ahora, el paro convocado por la CUT se debe tornar en una gran protesta nacional, donde una vez más nuestras manifestaciones de fuerzas traigan efectos recursivos sobre el conjunto del movimiento popular y nos permitan seguir acumulando fuerzas, pero ya en un registro diferente, uno que nos deja ver con mayor claridad nuestros objetivos y medios, amigos y enemigos.
Pero esta primavera no empezó sólo en junio, sino que ya la detectábamos en diciembre del 2010, con las movilizaciones en Magallanes, las que nos alegraron con una paralización regional total. Luego tuvimos las movilizaciones contra Hidroaysén, con aglomeraciones insólitas para la fecha, pero que fueron rápidamente superadas por la movilización estudiantil y que ahora son la expresión más avanzada del movimiento popular que ya se levantó y no pretende volver a flectar sus rodillas. Claramente en Chile se ha abierto un nuevo ciclo de lucha de clases.
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Empezando por donde lo habíamos dejado
El pasado 4 de Agosto, a las 21:00, los estudiantes convocaron a un cacerolazo en repudio a la represión de la cual habían sido objeto. El gobierno, haciendo gala de la real dimensión de la dictadura burguesa, suspendió, sin decretos o demás formalidades, las libertades públicas e imposibilitó toda reunión de los estudiantes, impidiendo que se realizaran las dos marchas convocadas durante el día. Cumplido el plazo que daría paso a las cacerolas -ese claro gesto helitrópico que uniría a dos generaciones que nada ni nadie podía juntar-, aún continuaban los combates en diversas partes de la ciudad. Como ya quedó claro a través de la prensa, la respuesta fue masiva y contundente. Las bocinas, las cacerolas (reales o virtuales), las barricadas y la lucha callejera, le dieron una clara base empírica a los datos levantados de la última encuesta hecha por el Centro de Estudios Públicos (CEP) donde el 80% de los encuestados desaprobaba el lucro en la educación, al mismo tiempo que Sebastián Piñera sólo recibía un 26% de aprobación, porcentaje histórico, jamás alcanzado por otro presidente, desde los 90’s (específicamente por Eduardo Frei, en 1999, en el contexto de la llamada “crisis asiática”). Ese 4 de agosto algo se había roto, o recompuesto.
El movimiento de masas parece retomar sus perspectivas de lucha donde las dejó por última vez: en los 80’s, cuando la movilización no era solamente la expresión de la lucha política contra la Dictadura, sino por las consecuencias sociales de las profundas transformaciones económicas y sociales lideradas por ella y que desencadenaron la crisis de 1982-83, la que sirvió como catalizador de la fuerza popular, traicionada, finalmente, en el marco de la transición pactada. Fue esta última la que obligo al topo a volver a su trabajo silencioso, subterráneo, en momentos cuando, como dijo el viejo Bakunin, “la revolución se ha vuelto a meter en cama”, dando paso a “las revoluciones subterráneas, invisibles e incluso a menudo insensibles”. Es así, que el capitalismo chileno tuvo 20 años de desarrollo impasible, marcado por aisladas tensiones, rápidamente opacadas por el aumento del consumo y del endeudamiento del chileno promedio, la disciplina y perfecto lineamiento entre el gobierno y la clase dominante, la dura ofensiva contra el trabajo (ya sea mediante la flexibilización laboral y el férreo ataque a los salarios) un enorme gasto fiscal en políticas focalizadas destinadas a la descompresión social, etc. Paradójicamente, han sido estos mismos motivos los que han impulsado y desatado con tanta fuerza las actuales movilizaciones sociales.
Sin embargo, este proceso de movilización no es casual, sea considerando el marco socio-político que le da sentido o bien el “actor social” que hoy encabeza la movilización. Si hacemos un poco de memoria, a contar del 2001 el movimiento que hoy lidera la re-activación del movimiento de masas comenzó un proceso importante de re-articulación y rearme, a niveles orgánicos y político-ideológicos, pasando de demandas reivindicativas a consignas más profundas como la crítica al concepto mercantil de educación y que decanta en la enorme movilización estudiantil del 2006 y que apuntaba directamente a la vieja LOCE, expresión del modelo educativo legado por la Dictadura, responsable directo, junto a la Constitución, de colocar por delante los intereses privados, antes que el derecho social a la educación, concepto que todos los sectores movilizados comparten. Otro elemento a considerar es el importante recambio generacional que representa el estudiantado, lo que le ha permitido ser más crítico y realista en torno a una serie de temas y ser mucho más temerario. Es este desarrollo y acumulación de experiencias de lucha lo que ha hecho del movimiento estudiantil el mayor y mejor crítico del modelo neoliberal.
En lo inmediato, las importantes movilizaciones del 4 de Agosto significaron un influjo de fuerzas a la lucha y la reafirmación del apoyo mayoritario a las demandas estudiantiles, expresado en la serie de cacerolazos realizados después del 4 y en la multitudinaria marcha del 9 de agosto, pero, más importante aún, significa el inicio de la lucha política de masas en Chile, el reencuentro del movimiento popular con sus propios intereses. Una política nueva que se empieza a hacer lugar a fuerza de movilización y ante la cual el modelo neoliberal no tiene respuestas concretas, a no ser que modifique importantes patrones que, hasta ahora, le han propinado “gobernabilidad” al país y ha sido la base de la tranquilidad de la clase dominante. Es así, que actualmente la burguesía se enfrenta a una paradoja: o le da mayor lugar a las masas por medio de la institucionalidad burguesa, procurando domesticar lo más posible sus intereses y ralentizado su proceso de ruptura revolucionaria, o deja que esto se desarrolle de cara al Estado, propiciando un proceso de desarrollo autónomo mucho más peligroso para la continuidad del modelo, lo que puede tener consecuencias nefastas para sus intereses de clase. En cualquiera de los dos casos, asistimos al hecho consumado de un avance cualitativo en el ejercicio de la fuerza de la clase oprimida, a un punto nuevo, un cambio cualitativo en ese ascenso progresivo que se venía viviendo desde la década pasada y que hoy modifica, sustancialmente, el escenario de la lucha de clases en Chile.
“Ahora somos todos demócratas y anti-neoliberales”
Más allá de los comentarios rancios y fascistoides de algunos personajes(2), ciertas demostraciones de grupos retrógrados pro-familia(3) e irrisorias demostraciones públicas contra la movilización estudiantil(4), es posible notar un contundente viraje de 180 grados en varios sectores políticos dominantes que logran darse cuenta de lo inviable de la situación y la necesidad de cierto recambio estructural. Quizás el sector más rápidamente actuó al respecto es la Democracia Cristiana, la cual, en palabras del ex-presidente Eduardo Frei, daba cuenta del posible escenario de ingobernabilidad(5) y se adelantó al resto del conglomerado concertacionista entregándole al gobierno una propuesta de nueve puntos, dirigidas, fundamentalmente a ampliar el sistema binominal, cambiándolo por uno proporcional(6), incluyendo ciertas iniciativas sociales como son ampliación de derechos sociales y “mejoras” en los procesos de sindicalización y negociación colectiva, etc. Todo en vista de la coaptación. Así, también una serie de personajes, desde el también ex presidente Ricardo Lagos(7) o el ex ministro del interior Edmundo Pérez Yoma(8) se hacen partidario de ampliar la democracia y acusan al sistema binominal de ser estrecho e inadecuado para los tiempos que corren. Si bien todos estos virajes carecen de legitimidad a los ojos de los que los vimos gobernar durante 20 años, nos dan una señal clara de por donde vendrán las modificaciones de fondo y como se dibuja el escenario de las fuerzas hacia el futuro. Escenario el cual ya debe estar saboreando el reformismo, que ya saca cuentas sobre el como capitalizar y darle uso a la enorme fuerza social acumulada para abrir las puertas del parlamento, antes que multiplicarlas en el desarrollo de organizaciones de clase autónomas, unas que puedan golpear fuerte y quitarle espacios de poder al Estado y a la clase dominante.
Sin embargo, es importante señalar que la relación entre las organizaciones de clase de la burguesía (CPC, SOFOFA y otras), la actual situación del país y las estructuras de gobierno no coinciden mecánicamente, sino que se vinculan de forma dialéctica, por lo cual no extraña que las primeras den cero señal de estar al tanto del momento histórico. Demostración de aquello fue la reacción que tuvo la CPC ante una posible reforma tributaria, colocando rápidamente el grito en el cielo, repitiendo el mismo discurso que ha mostrado sólo su fracaso en estas tres décadas: “inversión y consumo”(9). Así también Hacienda, con Felipe Larraín a la cabeza, sigue en la más absoluta intransigencia, repitiendo el mismo discurso tecnócrata. En una entrevista dada a La Tercera, Larraín insiste en ver el problema del financiamiento como uno “puramente técnico”, sin comprender el debate político de clase que hay detrás y haciendo hincapié en que “este gobierno mantendrá la responsabilidad fiscal y rechazará el populismo”(10). Estas consignas, que denotan la intransigencia burguesa, nos hacen pensar en las enormes dificultadas que se le imponene al movimiento popular para encontrar una salida al conflicto, en cómo esta enorme tensión social se irá traduciendo en rápidos aprendizajes de masas que, parafraseando al viejo Marx, “vale más que una decena de programas”. Ante ese escenario, suponemos que la clase trabajadora chilena se irá poniendo rápidamente al día. Al verse traducida por sus propios hijos no deberá perder tiempo en entrar a la lucha con órganos propios, en coordinación y unidad directa con el movimiento estudiantil. De ahí que sea necesario ampliar las coordinaciones, fortalecer los lazos, construir sobre los puntos en común y ampliar la base social del movimiento, intentando no dejarse seducir por los cantos de sirena de la democracia burguesa, a la cual se le debe anteponer la única democracia real: la proletaria, encarnada en órganos independientes de los trabajadores y demás sector del pueblo, en consonante unidad, de cara al Estado y desafiantes al poder burgués.
¿Plebiscito? No, gracias... tenemos poder popular.
¡Pobre humanidad! Es evidente que no podrá salir de esta cloaca sin una inmensa revolución social”
Bakunin.
Es así, que de a poco se reabren los espacios para dar pie a un debate clave: el poder de la clase trabajadora y sus formas concretas. Para los amplios sectores reformistas (PC y variantes) la salida parece ser la llamada a un plebiscito y la masificación del ejercicio ciudadano, antes que el de clase en consonancia directa con otros sectores como la DC el PS y otros partidos concertacionistas, y que ya han generado respuestas como las del ya citado Carlos Larraín, quien declaraba al diario La Tercera que "Yo le tengo terror a un plebiscito, no sólo miedo", agregó, junto con sostener que ese mecanismo "en el actual ambiente es peligrosísimo, una cosa disolvente, claramente subversiva"(11). Más allá de las exageraciones propias de una derecha fascistoide, el cuerdo general entre el reformismo y los partidos concertacionistas es que el plebiscito es “lo mejor” que le podría pasar a la democracia y a la estabilidad nacional. Por un lado, la reforma constitucional que necesita puede ser una muestra de “concesiones” por parte de la mal llamada clase política al pueblo, mientras que deja fuera de la posible participación a un sector importante del movimiento estudiantil: los secundarios, los que no tiene edad de votar o de inscribirse en los registros electorales y en su mayoría comprenden que una salida por arriba no es una salida. Por otro lado, los que estarían obligados a liderarlo serían los mismos que han gobernado durante más de 20 años, en claro continuismo con el modelo socio-económico y que hoy, por obra y gracias de la movilización de masas, se han dado cuenta de los estrechos márgenes de la democracia burguesa neoliberal chilena. Es así que arrojarle la responsabilidad de tomar la decisión a una estructura completamente podrida es hipotecar toda la fuerza acumulada del movimiento popular en general, no sólo estudiantil. Implica desmovilizarnos y darle un espaldarazo a aquellos que nunca han movido un dedo por los que ahora copamos las calles. Lo que nos hace preguntarnos: ¿Es ingenuidad, mala intención o mero oportunismo político? Nos quieren quitar toda la fuerza sacándonos de las calles, siendo que estas han sido nuestra tribuna histórica para juzgar y condenar a aquellos que nos oprimen y sojuzgan, nuestro medio de fuerza y existencia por excelencia, nuestra fuente de aprendizaje, de maduración y, cuando nos sentimos preparados, nuestro punto de partía en el asedio a la sociedad de clases.
Es en momentos como estos cuando los sectores de izquierda revolucionaria deben ser claros y firmes en sus propuestas, no podemos dudar, ni mostrarnos vacilantes, ya sea ante el posible desgaste (que después del 4 de agosto se alejó por mucho tiempo más) o ante las dificultades de pensar como revolucionarios en tiempos complejos, donde las salidas fáciles pueden tentar a cualquier espíritu que confunda realismo con oportunismo. Por lo tanto, nos parece fundamental y realista mantener la movilización, sin ceder un ápice en las propuestas, al mismo tiempo en que se convoca a los demás actores sociales a profundizar y a informar en torno al necesario cambio que debemos llevar a adelante, todos juntos, como clase. Es por eso que se torna fundamental que los colegios tomados, la universidades paradas o tomadas y demás lugares de conflicto se vuelvan espacios comunitarios, que agrupen al resto de la población aledaña, que convoque a padres y apoderados, profesores y demás trabajadores de la educación, para procurar así ampliar la base social de apoyo, darle mayor consistencia al movimiento y acelerar el aprendizaje de los demás sectores que constituyen al proletariado chileno. Mientras, al corto plazo, las protestas del 24 y 25 deberán ser de mayor envergadura que lo visto hasta ahora, el paro convocado por la CUT se debe tornar en una gran protesta nacional, donde una vez más nuestras manifestaciones de fuerzas traigan efectos recursivos sobre el conjunto del movimiento popular y nos permitan seguir acumulando fuerzas, pero ya en un registro diferente, uno que nos deja ver con mayor claridad nuestros objetivos y medios, amigos y enemigos.
¡Porque el modelo no cederá, a construir poder popular!
Vladimir Benoit,
Federación Comunista Libertaria, Chile
Agosto 2011.
NOTAS:
(1)http://www.elmostrador.cl/noticias/pais/2011/08/05/the-new-york-times-compara-el-movimiento-estudiantil-con-la-primavera-arabe/ (2)http://www.lanacion.cl/noticias/site/artic/20110808/pags/20110808093635.html (3)http://www.emol.com/noticias/nacional/2011/07/30/495385/agrupaciones-pro-familia-realizan-marcha-en-defensa-del-matrimonio-heterosexual.html (4)http://galerias.grupopublimetro.cl/galeria/fotos-presidente-juventud-rn-lidera-protesta-%E2%80%9Cno-queremos-perder-el-ano%E2%80%9D (5)http://www.lanacion.cl/frei-chile-esta-al-borde-la-ingobernabilidad/noticias/2011-08-06/122604.html (6)http://www.eldinamo.cl/2011/08/08/dc-entrega-propuesta-de-reformas-politicas-al-gobierno/ (7)http://www.cnnchile.com/nacional/2011/08/08/hace-seis-anos-el-ministro-chadwick-dijo-no-para-debatir-el-binominal/ (8)http://www.cnnchile.com/nacional/2011/08/09/tenemos-una-crisis-de-representatividad/ (9)http://diario.latercera.com/2011/08/02/01/contenido/pais/31-78650-9-larrain-no-descarto-ni-apoyo-cambio-de-impuestos-ante-empresarios.shtml (10)La Tercera, Domingo 7 de agosto del 2011.
(11)http://latercera.com/noticia/politica/2011/08/674-384932-9-carlos-larrain-le-tengo-terror-a-un-plebiscito.shtml